Entre albero y pescaito

Cervecitas, altramuces y serrín

Se acercan las 10 de la noche de un sábado caluroso en Sevilla. Es extraño, pero el barrio de Triana está a rebosar el 28 de agosto. El olor a pescaíto frito empieza a seducirme. Los choquitos y los pavías de bacalao toman un color extraño a albero claro y el cartón sudao del vecino me llama poderosamente la atención. "Ponme otro iguá cuando pueda, jefe". Mi amigo no se ha podido resistir. Hay que amenizar la espera como sea y este es el primer paso.

Estoy en el Altozano, justo a la bajada del Puente de Triana y mirando a la calle San Jorge y Callao. De lejos, si me muevo un poco hacia San Jacinto, observo la curva cerrada que va hacia la calle Castilla. Creo que estoy en un lugar idóneo. Aquí podré ver a mis ídolos. Se acerca la hora y sólo pienso en esa curvita, en cómo Triana se convierte, por unas horas, en la París–Roubaix y en qué deben pensar ciclistas como los hermanos Schelck cuando pasen por aquí y huelan el adobito que se está comiendo mi padre. Sé de más de uno que se baja del sillín y me pide un trozo.

La segunda cervecita va en camino, y el primer equipo acaba de pasar. La crono se me antoja interesante. El recorrido, de 13 Km, al principio se torna complicado, pero cuando salgan de Castilla, todo son rectas largas y fáciles. Le comento a mi padre y amigos que las mejores plantillas para esta etapa son las de Columbia, Garmin, SKY, Caisse D`Epargne y Saxo Bank. Se quedan petrificados. Les suena uno, o como mucho dos. Ellos añoran todavía los equipos de la vieja guardia como la Once, Banesto, Kelme y compañía. "Eso sí que era ciclismo", dice mi padre llevándose unas puntillitas a la boca.

Los equipos no dejan de pasar. Cada cuatro minutos una escuadra nueva. Flechaitos en busca de la Torre del Oro, la meta.

El gallinero que se forma en torno a la plaza empieza a gustarme. Se mezclan el viejo con el niño, el entendido de todo y el ignorante, la niña pesá que busca el globito de Bob Esponja y la suegra haciendo ganchillo a los pies de la estatua de Belmonte. Vamos, que Emilio Aragón ve esto y te monta una serie de 500 capítulos. El cuchicheo se torna en tertulia cuando uno pregunta que por qué Contador no ha venido a la Vuelta, mientras tanto, el Team Katusha pasa a nuestro lado como si viéramos llover, vamos, que parece que el equipo ruso entrenara en Triana todos los días. Y aquí es cuando uno se coloca el traje de Perico, sin llegar tarde a la conversación, claro está, y suelta los porqués de la ausencia de Contador. A nadie le convencen mis palabras y el sabiondo de turno enciende la llama, "¡Ese niño sólo quiere El Tour, no quiere sabé ná de la Vuelta ni del Mundial, que lo he leío en el Marca o por ahí! ¡Que no hombre, que está cansao, que Contador es mu buen chaval! ¡Anda y vete por ahí, compadre, que tú sólo entiendes der Betis y del asunto de Lopera…!"

El último equipo, Andalucía Cajasur, ha pasado casi sin darnos cuenta, y la tertulia sigue. Con los ojos puestos en el asfalto, el oído en el corrillo y el estómago agradecido, he cumplido uno de mis sueños, ver una etapa de la Vuelta Ciclista a España en mi ciudad. ¿El ganador?, creo que ha sido Mark Cavendish, del Columbia.